By Luisa Ripoll Alberola
Hace unos días fui a visitar la exposición “La bondadosa crueldad”, del argentino León Ferrari (Buenos Aires, 1920- 2013), en el Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía (Madrid, España). La exposición consistía en una revisión de su trayectoria, tan problemática, con numerosas retiradas de su obra en galerías por un claro componente subversivo. En 2004, por ejemplo, impulsada por Jorge Bergoglio, el actual papa Francisco. Este año, la Asociación de Abogados Cristianos presenta una querella contra el actual director del museo: ¿Es el arte moderno la rebelión por la rebelión, o atiende a motivos?
Efectivamente en la obra de Ferrari observamos la mezcla de lo sagrado y lo profano. La obra que más resonó: Cristo crucificado sobre un avión militar estadounidense. Sin embargo, todo ello con un profundo sentido estético, y en una búsqueda consciente de sentido, sobre todo en su amplia colección de collages, que reversionan versículos de la Biblia. La desaparición de su hijo durante la dictadura argentina fue el acontecimiento que marcó la vida y obra de Ferrari. Su alma luchaba contra una “crueldad tan íntimamente mezclada con la bondad que oculta”, y sobre todo se alteraba por la injusticia del concepto del “infierno”, pues ya vivió un infierno en la Tierra.
Y este es uno de los muchos ejemplos del escándalo que a veces provoca el arte. El arte contemporáneo en general, y el latinoamericano en particular. ¿Es este disidente por naturaleza?
Teniendo en cuenta que, como afirmaba Thomas Mann, “todo es política”, el mero hecho de exponer motivos latinoamericanos (incluso escenas sencillas, del día a día) ya supone mostrar un margen. Esto dado a que se aleja de los motivos occidentales mayoritarios. Además, en la historia del arte latinoamericano, una de las grandes temáticas es la interrelación entre el poder y la violencia en sus distintas manifestaciones. Quizá por la relación de América Latina con el marxismo durante el siglo XX, siendo uno de los escándalos más conocidos el protagonizado por Diego Rivera en el edificio Rockefeller.
En la exposición de León Ferrari me he dado cuenta de que muchas veces el objeto artístico no es subversivo de por sí. Muchos de los objetos de la exposición transmitían connotaciones neutras. Ninguna incitaba al odio explícitamente mostrando escenas de violencia, pero incluían pequeños elementos de tradición metafórica clara. Y eran estos pequeños detalles los que servían para generar un proceso de identificación con el consumidor de arte, y los que podían provocar su incendio. Lo problemático son los significados que el espectador vuelca en la obra.
¿Es la polémica en el arte la que adelanta más historia? ¿Es el avance del arte una sucesión de rupturas? No estoy segura de ello. Lo que sí he pensado al acabar la visita es que el arte muestra un mundo paralelo que nos está vedado. Y que suele ser mucho más placentero que el nuestro –aunque se dedique a exponer todas nuestras desgracias.
ENGLISH TRANSLATION
A few days ago I visited The Kind Cruelty exhibition by Argentine artist León Ferrari (Buenos Aires, 1920-2013) at the Centro de Arte Reina Sofía Museum (Madrid, Spain). The exhibit revises his rather problematic career which included the withdrawal of his work from certain galleries on multiple occasions due to a clear subversive component. This was done in 2004, for instance, at the request of Jorge Bergoglio, the current Pope. This year, the Asociación de Abogados Cristianos will file a lawsuit against the acting museum director. This raises the question: is modern art rebellious for its own sake or does it serve certain ends?
Effectively, we can observe a mixture of the sacred and the profane in Ferrari’s work. The piece which stirred the most controversy was that of Christ being crucified on a United States Air Force plane. Nevertheless, all of this is done in a profoundly aesthetic manner and with a conscious search for reason, especially among the wide catalogue of collages which revisit Bible verses. The disappearance of Ferrari’s son during the Argentine dictatorship was the event which marked both the artist’s life and his work. His soul fought against a “cruelty so intimately mixed with the kindness that hides it” and, above all, he felt upset by the concept of a “hell”, for he had already experienced a hell of his own on earth.
This is one of the many examples of the scandal often provoked by art; contemporary art in general, and Latin American art in particular. Is this dissidence part of its nature?
Taking into account that, as Thomas Mann stated, “everything is politics”, the mere exposition of Latin American interests (including simple, quotidian scenes) already seems to show something peripherical, given that these Latin American interests distance themselves from mainstream Western ones. Moreover, one of the great themes of Latin American art history is the interrelation between power and violence in their various manifestations. This may, in part, be due to the relationship between Latin America and Marxism in the 20th Century, with one of the most well-known art scandals being that caused by Diego Rivera in Rockefeller tower.
During the León Ferrari exhibition I realised that often the artistic object is not subversive in and of itself. Many of the exhibition’s objects had neutral connotations. None incited hatred by explicitly showing scenes of violence, but they included small elements of clear metaphorical tradition. It was those small details which served to generate a process of identification with the art’s consumer and which could start a fire within them. Problems are born from whatever meaning the spectator attributes to the work.
Is this artistic controversy something which may provide more detail? Is art’s advancement a chain of ruptures? I am unsure of either. What I did think once I finished my visit was that art shows a parallel, forbidden world which tends to be far more pleasing than ours, even though it exposes all of our woes.
Luisa Ripoll Alberola is a Spanish third-year Industrial Engineering student at the Technical University of Madrid. She is passionate about literature and philosophy.