By Lucas Cornejo Pásara
ENTROMETIDA
A las seis de la mañana, antes de que todos despierten, el largo Honda gris de su padre las cubría de cualquiera que pudiese pasar por esa carretera a esas horas de la mañana. Era poco probable. No era un sitio muy transitado. Tenía que ser así porque si la dejaba en el Kennedy sabría cómo regresar a la casa o alguien la vería cometiendo esa atrocidad tan necesaria. La neblina las aislaba de la carretera y el sonido del mar al chocar contra las piedras calmaba su ansiedad.
—Lo siento, pero qué quieres que haga. Ya no puedo dejar que sigas viviendo con nosotros. Te lo advertí mil veces y tú sabes que te adoro, pero te has portado como una perra. Yo entiendo que te guste y que lo quieras, pero es mío. Tú crees que no me doy cuenta cuando te acercas toda zorra y le coqueteas. Te frotas con él, le ronroneas y te acomodas para que te abrace por las noches en vez de a mí. Claro, él dice que tiene que estar cómodo y cuando me abraza se le duerme el brazo…
—Amor, no es eso —recordaba que decía él—. Me encanta abrazarte siempre y amo dormir contigo, pero tú sabes que mañana trabajo temprano y no rindo bien si no descanso.
—Y por qué no podrías descansar… —se oía replicándole como siempre—. ¿Acaso no es rico dormir conmigo? ¿Preferirías dormir con otras?
—Qué hablas, oye. Nunca he podido dormir con alguien abrazado toda la noche. Al rato se me duerme el brazo y me dan calambres. Si me quedo dormido antes, me levanto adolorido. Es difícil acomodarse, solo eso.
—Nunca ha podido dormir con alguien, pero a ti bien que te abraza cuando yo me distraigo. ¿Crees que no los veo? —decía mirando fijamente a los ojos de Serafina que nada respondían sin distraerse. Parecía comprenderlo todo, pero aún así suplicaba que no tomase esa decisión—. No me mires así. Ahora te haces la santa, con él haces lo mismo.
—¿Por qué la botas del cuarto? Solo quiere dormir con nosotros. Seguro afuera tiene frío.
—¿Y a ti qué tanto te importa que tenga frío? Allá abajo tiene su colcha, puede dormir con los otros afuera. ¿Por qué siempre tiene que dormir con nosotros? Y tú siempre la defiendes.
—Solo es un poco engreída, amor. Ahora seguro va a llorar en la puerta y no vamos a poder dormir.
—Claro, pero cuando yo te reclamo que durmamos abrazados ahí sí me dices que no sea engreída.
—Es diferente pues… no afecta a nadie que ella duerma con nosotros. Lo tuyo es solo para dormir más cómodo.
—Ni siquiera te importa que esté ahí frotándose.
—Oye, no escuchas cómo llora….
Las dos se mantenían conectadas por la mirada. Quietas, a diferencia de lo que sucedía en el conflictivo cuarto de Miraflores. Por momentos, no se decían nada. Ella se frustraba y pensaba en cómo odiaba que tuviera esa complicidad con Salvador. Parecía estúpido. Siempre se iba a con ella y luego se hacía el huevón. Imbécil, le solía gritar.
—¿Qué te pasa? —le respondía desconcertado.
—No pienses que no sé lo que ustedes hacen.
—…
—Ni me vayas a tratar de loca porque siempre te aprovechas de que eso no tiene lógicas y todas tus palabritas de mierda de que no seas irracional. Cada vez que nos peleamos es lo mismo. Ella se da cuenta y tú lo sabes. ¿Por qué crees que siempre hace los mismo cuando nos peleamos?
Ahora estaba quieta. Ella la miraba y recordaba sus entradas sigilosas a la perfección. Caminando sensual y lentamente. Fingía no mirar a Salvador. Era una actriz estupenda. La puerta se abría despacio, entraba como si hubiese dejado algo olvidado en la habitación. La mirada la dirigía hacia las esquinas, al techo, y de pronto, se topaba muy casualmente con él, con su cuerpo siempre caliente. Giraba hacia un lado la cabeza, estiraba pausadamente el cuello y luego las piernas traseras. Le movía la cola cerca. Él leía y se desconcentraba con el calor de la piel y las caricias de sus rubios cabellos. Con indiferencia primero y luego con dedicación la acariciaba hasta dejar el libro que leía frustrado por la reciente pelea y terminaba abrazándola, besándola. Ella se posaba confianzudamente en su pecho, muchas veces desnudo, y se frotaba contra él. Era la compañía perfecta para leer, para calmarse. Siempre se entendían o se acompañaban, mejor dicho. Estaba claro que él no entendía nada de la situación, de las intenciones de ella. Ella sí que las entendía. La veía cómo se acercaba cuando estaba arrecha una y otra vez por más de que ella la botase. Es más, estaba segura, de que lo hacía para que él la defendiese cuando ella una y otra vez la echaba de la cama. A veces hasta se interponía cuando los cuerpos desnudos de ambos se acercaban para repetir el acto sexual. Ahora lo recordaba todo. Salvador era un tonto, todos lo eran. No entendían nada, no se trataba de lógicas…
—Cómo la vas a patear así, le haces daño, estás loca. Nunca más hagas eso.
—No es tuya ni siquiera y la defiendes más que a mí. ¿Qué mierda tienes?
—No puedes maltratarla así. Yo me voy.
—Y ahora tú quieres que te perdone. Crees que me voy a creer esa miradita inocente o alguno de tus maullidos. Tu lealtad está con él, siempre con ellos y no conmigo. Y tú sabes que ellos no entienden y te aprovechas. Te aprovechas porque eres cruel porque yo sí sé lo que haces. Y no lo voy a permitir. Nunca más voy a permitir que te entrometas en mis relaciones. No tienes modales, eres una zorra, una perra, te metiste encima cuando estábamos calatos. Yo he visto cómo lo miras cuando acabamos de tirar, cómo te acercas a él. No pienses que no me doy cuenta. Lo siento, pero no me dejas otra opción —dijo antes de cerrar la puerta. El animal intento subir al auto. De un salto trepó al capot antes de que ella encendiera el vehículo. La miró una vez más y maulló como todas las veces que la dejaba fuera de la habitación. Sin pensarlo dos veces, ella aceleró y la gata voló por los aires. Sin mirar atrás se enrumbó por la carretera de regreso a casa, en donde se encontraría nuevamente con él, esta vez, sin nadie que se entrometiera.
English translation by Mariapaz Casabonne, Marianne Majluf, Sophia Grijalva and Patricio Ghezzi Novak
INTRUDER
It was dawn and everyone was asleep. Her father’s long grey Honda hid them away from anyone who might drive past. It was highly unlikely-it wasn’t a busy place. It had to be that way. If she left her at Parque Kennedy, she’d be able to find her way home, or even worse, someone would witness the necessary atrocity she was about to commit. The fog concealed them from the highway and the crashing of the sea soothed her.
“I’m sorry, but what did you expect? I can’t let you live with us anymore. I warned you a thousand times. You know I love you, but you’ve been a bitch. I know you fancy him and whatever, but he’s mine. You think I don’t notice when you flirt with him, you little slut? When you rub against him and purr in his ear? When you make him hug you, instead of me, every night? The motherfucker even dares to say that hugging me at night makes him uncomfortable. Of course! Hugging me, but not you.”
“Honey, it’s not that,” she remembered him saying. “I really love hugging you and sleeping with you, but you know I work early tomorrow and I have to rest.”
‘“And why couldn’t you rest?” She heard herself replying, as always. “Don’t you like to cuddle with me? To feel me next to you? Would you rather sleep with others?”
“Oh, come on, babe. You know I can’t sleep hugging someone all night. My arm gets sore, that’s all.”
“He could never sleep with anyone else, but he sure can sleep with you. You think I didn’t notice when he grabbed you?’ She hissed, gazing into Serafina’s eyes, who gazed back at her, in silence. She was certain that she understood everything and was begging for her not to make the decision. ‘Don’t look at me that way. Now you act cute, like you do with him.”
“Why do you always kick her out of the room? She just wants to sleep with us. It’s cold outside.”
“Why the fuck do you care so much if she’s cold. She’s got her blanket and can sleep with the others outside. Why does she always have to sleep with us? You always side with her!’”
“She’s just spoiled, love. Now she’s gonna cry at the door and won’t let us sleep.”
“Yeah right, and when I ask you to hug me you complain that I’m spoiled.”
“You know it’s different… it doesn’t hurt anyone if she sleeps with us. I just want to sleep well…”
“You don’t even stop her when she rubs against you.”
“See, now she’s started crying...”
The gaze kept connecting them. Motionless, quiet, unlike the conflictive atmosphere in their room in Miraflores. She got absolutely frustrated when she thought about her complicity with Salvador. How she hated it. It was so stupid. He always protected her and then acted dumb.
“Asshole!” She used to scream at him.
“What’s wrong?” He answered, unsettled.
“Don’t think I don’t notice what you two are up to.”
“…”
“Don’t start treating me as if I were crazy. You always do the same thing, always going on and on about what’s logical or rational or whatever. Every time we fight it’s the same thing. She knows it and you know it too. Why do you think she does that every time we fight?”
She looked at her, now, as she stood still, and remembered how she used to sneak in. Walking sensually. Slowly. Without staring directly at Salvador. She was a great actress. The door opened gently. She entered as if she had forgotten something inside the room. She stared at the corners, at the roof, and, casually, bumped into him. She swayed her hips. She calmly stretched her neck and legs. As he read, the warmth of her skin distracted him from his pages and onto her blonde hair. Indifferent at first, and then affirmatively, he caressed her, until the book was completely replaced. She lay confidently on his naked chest, rubbing against it. She was the perfect companion. They seemed to understand each other. He clearly didn’t grasp the situation, he couldn’t possibly read her intentions. But of course she understood everything. She saw her approaching him every time she was horny, even though she kicked her away. She was certain she did it so that he would defend her every time she was kicked out. She even jumped in when they were about to repeat their sexual encounter. Now, she replayed everything in her head. Salvador was an asshole, they all were. They didn’t understand anything. It had nothing to do with rationality…
“Why do you kick her like that, are you crazy? You’re gonna hurt her.”
“She’s not even yours and you defend her more than me. What’s your problem?”
“You can’t treat her like that. I’m leaving.”
“And now you want me to forgive you. You think I’m gonna be persuaded by that cute look of yours, or by your cries. Your loyalty is with him. Always with them, and never with me. You know they don’t understand, and you take advantage. You take advantage because you’re cruel, but I know what you do. I won’t allow it. You’ll never interfere with my relationships again. You don’t have manners. You’re a slut, a bitch, you even barge in when we’re naked. I’ve seen how you look at him after we’ve had sex, how you approach him. Don’t think I don’t notice. I’m sorry! You leave me no choice,” she said before closing the door. The animal tried to get into the car. With one jump she made it before the vehicle started. She looked at her one last time and cried like she did whenever she was left outside of the room. Without hesitating, she accelerated, and the cat flew into the air. She drove home, never to look back, where she would meet him again, this time with no one to intrude.
Lucas Cornejo Pásara (Lima, Perú, 1997), after four career changes, studied Humanities with a mention in Latin American Studies in Pontificia Universidad Católica del Perú. In 2022, he published the short story collection Impresiones, his first book. Currently, he works as a cultural jorunalist and is preparing his first novel. He is part of a literary group called Etc. that doesn’t exist.